jueves, 18 de junio de 2009

Humo y persiana

Sucedió hace mucho tiempo
pero aun recuerdo
aquella situacion.

Respiraba, todavía,
el sol más fuerte que luna.
Atravesó la ventana del cuarto
obligándome a cerrar persianas,
desemplear al día
y el pájaro que tengo en la mano
aletea furioso por volver
con los otros cien.

Devorada por el ansia, la luna
volvió a dejarlo todo a oscuras,
para mandar durante la noche,
para ser vista como única luz,
para alumbrarme riendo, llorando
y cantando, a su manto plateado,
canciones que nos han marcado.

Se juntaron ambos, en el cambio de turno
de la mañana siguiente.
Discutieron, por culpa de alguno,
pero para mí la culpa no es importante.
El sol se debió sentir dolido,
porque se fue a dormir temprano,
se arropo con todas las nubes
al alcance de su mano.

Creó, de esta forma,
una tarde maravillosa
con lluvia y cenicero lleno,
con cielos grises
y persianas abiertas.
Para envidia del sol,
el pájaro volvió más tranquilo,
acompañado, por no sé cuántos otros.
No eran cien, ni mucho menos,
pero reinaban en la tarde de tormenta
de aquel domingo.

Aquel domingo infinito sin sol.


Tal vez no sucedió hace tanto tiempo.
Por eso recuerdo aquella situación.

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