No quise detenerme allí.
El mundo, obediente,
siguió girando como yo ordené que hiciera.
Primero puso mala cara.
Yo saqué los dientes.
Él sacó negras nubes
que yo abatí a golpe de espada.
Me enfadé:
"Cuando yo te diga que te pares, te paras"
Y él no sacó ningún arma.
Simplemente siguió girando, obediente,
mientras yo aún lloraba.