No quise detenerme allí.
El mundo, obediente,
siguió girando como yo ordené que hiciera.
Primero puso mala cara.
Yo saqué los dientes.
Él sacó negras nubes
que yo abatí a golpe de espada.
Me enfadé:
"Cuando yo te diga que te pares, te paras"
Y él no sacó ningún arma.
Simplemente siguió girando, obediente,
mientras yo aún lloraba.
Treinta y cuatro giros más tarde,
ResponderEliminarparó y preguntó:
"¿no cesarás tu llanto?"
Y con los ojos secuestrados por lágrimas, respondí:
"no te das cuenta de que si te detuvieras por mi pena, otros continentes jamás verían la luz del día?"
Y giró obediente -pero esta vez- acompañándome en el llanto.
PUes ya somos dos los que te acompañamos en el llanot. Aunque a mi me van quedandopocas lágrimas
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